«La vejez no afecta a los genios de lo ideal; para los Dante y los Miguel Ángel, envejecer es crecer», escribía V. Hugo en Los miserables. Superada la antipatía suscitada por Dante en el siglo XVIII, la generación romántica, que vio en él un ejemplo máximo e indignado de coherencia entre vida y obra, entre compromiso político y excelencia poética, lo convirtió entusiasmada en uno sus adalides. Fruto de ello fueron las peregrinaciones a su tumba de Ravena, convertidas en una emocionada variante culta del Grand Tour. Su ascenso al trono literario corrió parejo a su creciente uso político partidista. Con poco, mucho o nulo fundamento, a lo largo del siglo XIX y XX fue capitalizado interesadamente como emblema de la italianidad, primer exiliado, precursor de la larga diáspora risorgimental, vate de la patria unida, santo laico del nacionalismo irredentista, profeta de la reconciliación entre la Iglesia y Estado, azote del poder temporal de esa misma Iglesia, e incluso, por parte del Fascismo, prototipo físico y mental de la sedicente superior raza itálica. Tras la Segunda Guerra Mundial, su estrella no declinó, pero su figura fue progresivamente adquiriendo un carácter ecuménico. A pesar de las puntas de empalago dantemaniaco, el “sumo poeta” traspasó fronteras hasta ocupar un lugar primordial en la alta cultura y en la cultura popular globalizada. No por ello, sin embargo, perdió su arraigo local. Los espectáculos dantescos de R. Benigni tuvieron millones de espectadores y, durante el infernal confinamiento pandémico, si en España se cantaba Resistiré, en Italia no pocos celebraron el Día de Dante saliendo a recitar la Divina Comedia desde los balcones de sus casas.

Dante y la identidad nacional italiana / Conti, Fulvio. - STAMPA. - (2021).

Dante y la identidad nacional italiana

Conti, Fulvio
2021

Abstract

«La vejez no afecta a los genios de lo ideal; para los Dante y los Miguel Ángel, envejecer es crecer», escribía V. Hugo en Los miserables. Superada la antipatía suscitada por Dante en el siglo XVIII, la generación romántica, que vio en él un ejemplo máximo e indignado de coherencia entre vida y obra, entre compromiso político y excelencia poética, lo convirtió entusiasmada en uno sus adalides. Fruto de ello fueron las peregrinaciones a su tumba de Ravena, convertidas en una emocionada variante culta del Grand Tour. Su ascenso al trono literario corrió parejo a su creciente uso político partidista. Con poco, mucho o nulo fundamento, a lo largo del siglo XIX y XX fue capitalizado interesadamente como emblema de la italianidad, primer exiliado, precursor de la larga diáspora risorgimental, vate de la patria unida, santo laico del nacionalismo irredentista, profeta de la reconciliación entre la Iglesia y Estado, azote del poder temporal de esa misma Iglesia, e incluso, por parte del Fascismo, prototipo físico y mental de la sedicente superior raza itálica. Tras la Segunda Guerra Mundial, su estrella no declinó, pero su figura fue progresivamente adquiriendo un carácter ecuménico. A pesar de las puntas de empalago dantemaniaco, el “sumo poeta” traspasó fronteras hasta ocupar un lugar primordial en la alta cultura y en la cultura popular globalizada. No por ello, sin embargo, perdió su arraigo local. Los espectáculos dantescos de R. Benigni tuvieron millones de espectadores y, durante el infernal confinamiento pandémico, si en España se cantaba Resistiré, en Italia no pocos celebraron el Día de Dante saliendo a recitar la Divina Comedia desde los balcones de sus casas.
2021
978-84-1340-393-9
Conti, Fulvio
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